Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan
mis sueños
ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme alli un rato largo
enredando mis manos
en ese bosquecito de arbustos que te crece
suave y negro bajo mi piel desnuda,
seguir despues hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar alli
a ese lugarcito
-apretado y secreto-
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mi
en toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones querrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta,
con las que vienes a mi,
con las que me sostienes,
las que se enredas en la noche entre las mias
blanda y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aun que recorrer sin mi
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mia,
hasta llenarme toda de tu saliva
y tu aliento
hasta que entres en mi
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la arena de las sabanas.
Gioconda Belli
(Nicaragua-1948)
enredando mis manos
en ese bosquecito de arbustos que te crece
suave y negro bajo mi piel desnuda,
seguir despues hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar alli
a ese lugarcito
-apretado y secreto-
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mi
en toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones querrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta,
con las que vienes a mi,
con las que me sostienes,
las que se enredas en la noche entre las mias
blanda y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aun que recorrer sin mi
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mia,
hasta llenarme toda de tu saliva
y tu aliento
hasta que entres en mi
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la arena de las sabanas.
Gioconda Belli
(Nicaragua-1948)
Este poema le regaló un suspiro a mi noche...
ReplyDeletePero qué sensualidad en esta entrada!!!!
ReplyDeleteMe voy con una sonrisa a casa, a abrigarme en los brazos de mi amado!!!
Un besito para tí linda Graciela...me haces falta en el blog de Silvio, casi no te veo por allí en estos días...