Xavier Villaurrutia (1903-1950). Poeta, crítico y dramaturgo mexicano. Nacido en la ciudad de México, junto con Salvador Novo fundó la revista Ulises (1927-1928) y el Teatro de Ulises (1928). Formó parte del grupo reunido alrededor de la revista Contemporáneos (1928-1931), y fue su crítico de arte y literatura más original (véase Contemporáneos). Cercano al surrealismo, en sus poemas la voz repercute en arquitecturas desoladas, descripción aplicable tanto al lenguaje como a las imágenes. Sus juegos de palabras y los espacios vacíos son el resultado de una inteligencia unida a la emoción, y los ecos que aparecen en ellos son la reverberación de un diálogo íntimo con la muerte. Con José Bergamín impulsó la revista El hijo pródigo (1943-1946). Escribió la novela Dama de corazones (1928). Sus libros de poemas son: Reflejos (1926), Nocturnos (1933), Nostalgia de la muerte (1938) y Canto a la primavera y otros poemas (1948). Entre sus obras de teatro destacan Autos profanos (1943), Invitación a la muerte (1944), La mulata de Córdoba (1948) y La tragedia de las equivocaciones (1951) publicada poco después de su muerte. Escribió numerosos guiones de cine y tradujo, entre otros, a Antón Chéjov, William Blake y André Gide. Sus Obras completas se editaron en 1953. Murió en la ciudad de México.
Mar
Te acariciaba, mar, en mi desvelo.
Te soñaba en mi sueño, ¡inesperado!
Te esperaba en la sombra recatado
y te oía en el silencio de mi duelo.
Eras, para mi cuerpo, cielo y suelo;
símbolo de mi sueño, inexplicado;
olor para mi sombra, iluminado;
rumor en el silencio de mi celo.
Te tuve ayer hirviendo entre mis manos,
caí despierto en tu profundo río,
sentí el roce de tus muslos cercanos.
Y aunque fui tuyo, entre tus brazos frío,
tu calor y tu aliento fueron vanos:
cada vez más te siento menos mío
Te acariciaba, mar, en mi desvelo.
Te soñaba en mi sueño, ¡inesperado!
Te esperaba en la sombra recatado
y te oía en el silencio de mi duelo.
Eras, para mi cuerpo, cielo y suelo;
símbolo de mi sueño, inexplicado;
olor para mi sombra, iluminado;
rumor en el silencio de mi celo.
Te tuve ayer hirviendo entre mis manos,
caí despierto en tu profundo río,
sentí el roce de tus muslos cercanos.
Y aunque fui tuyo, entre tus brazos frío,
tu calor y tu aliento fueron vanos:
cada vez más te siento menos mío