De Vicente Feliú, (calle)Neptuno, 1978.
Publicado por Silvio Rodriguez en su blog.
Gato,
Gato mío,
que aquella noche fría y doblemente solitaria
te llamé a mi mano y subiste hasta el hombro,
donde quedaste con tu sonido peculiar
de gato agradecido.
Eras pequeño,
negro como la soledad, la noche y el frío;
con apenas par de meses de parido,
aventurero y solitario
y, sin embargo,
aun no conocías del odio de los hombres.
En casa un poco de leche, o lo que había,
te bastó para dormir hasta la aurora.
Así pasaron días, semanas, meses.
Crecías, pero no mucho.
Ni cola peluda ni facciones bellas.
Eras un gato más,
sencillamente
de pura sangre de gato callejero.
Comías como todos, cerrándome los ojos,
para no subordinar tu gato a mi persona.
Cómo te contentaba
andar entre mis piernas y lograr
que mi mano se posara en tu cabeza
y de ahí a la cola
que parabas para decir
(para hacerme entender)
que volviera a empezar.
Gato, Gato mío,
qué triste imaginarte objeto de salón,
admirando tu extraña posición al descansar.
Me contaban vecinos de otras calles
que en las noches de Luna llena
te veían salir de aquella casa,
donde acaso una gata enamorada
te desvelaba después de los combates.
Después llegabas flaco, magullado, cansado,
con partes sin pelo y alguna oreja caída,
pero maullando feliz pidiendo
tu pescado o lo que hubiera,
porque comías para vivir,
reponerte y seguir de correrías.
Y así pasaba el tiempo.
Muchas veces te perdías algunos días,
pero siempre volvías
para darte alguna hartada, bañarte a tu manera,
saludarme a mí, tu amigo,
descansar y continuar.
Y un día demoraste más que siempre.
Demasiado demoraste, y, sin embargo,
bajaste malherido por el techo.
Cojeabas y tosías.
La vida se te iba por quién sabe qué trastazo, (golpiza)
y nada se pudo hacer.
Los médicos de ustedes no entienden del cariño,
y sólo un suero, y gracias,
logró tu valentía.
Recuerdo, Gato mío,
que a sólo unos minutos del último suspiro,
otro gato llegó olisqueándote la muerte,
y tu garra irredenta, moribunda y terrible,
levaste contra el otro para morir en guerra,
en paz con tu estatura de animal no vencido.
Gato, Gato mío,
¿en qué azotea mortal libraste tu último duelo?
Gato de fuego,
guarda mi más caro amor
en tu regazo de muerto.
Vicente Feliú, (calle)Neptuno, 1978.
Yo no tengo gato, mas una vez tuve uno hermoso que fue conocido en todo el barrio y como todos los gatos, era lindo, independiente, cazador y enamorado.
Le llamaba Gaspacho, no se como me hice de el o como llego, pero recuerdo que se deshizo de mi, me mude como a 5 cuadras de donde vivia, y por su puesto "me lleve hasta el gato", pero el volvia a la casa anterior y por mas que lo intente varias veces le gustaba mas el lugar donde crecio que el nuevo, creo que rumiaba aquello de "yo me muero como vivi", los nuevos habitantes de mi antigua casita le adoptaron, o al revez, y asi se deshizo de mi.
Pero mas que mi historia que me trae muy buenos recuerdos, queria hacer justicia para el Gato.
Una persona puede tener un perro y escogerle, mimarle, entrenarle y hacerse su dueno, mas el Gato, posee a las personas, se hace amo y senor, no se deja dominar, es orgullozo, ama a quien le quiere, solo a quien le quiere, como yo, si no le quieres, ni te mira o se larga y punto, sabe que siempre encontrara a alguien que le quiera y un lugar para rumiar.
Gato mío,
que aquella noche fría y doblemente solitaria
te llamé a mi mano y subiste hasta el hombro,
donde quedaste con tu sonido peculiar
de gato agradecido.
Eras pequeño,
negro como la soledad, la noche y el frío;
con apenas par de meses de parido,
aventurero y solitario
y, sin embargo,
aun no conocías del odio de los hombres.
En casa un poco de leche, o lo que había,
te bastó para dormir hasta la aurora.
Así pasaron días, semanas, meses.
Crecías, pero no mucho.
Ni cola peluda ni facciones bellas.
Eras un gato más,
sencillamente
de pura sangre de gato callejero.
Comías como todos, cerrándome los ojos,
para no subordinar tu gato a mi persona.
Cómo te contentaba
andar entre mis piernas y lograr
que mi mano se posara en tu cabeza
y de ahí a la cola
que parabas para decir
(para hacerme entender)
que volviera a empezar.
Gato, Gato mío,
qué triste imaginarte objeto de salón,
admirando tu extraña posición al descansar.
Me contaban vecinos de otras calles
que en las noches de Luna llena
te veían salir de aquella casa,
donde acaso una gata enamorada
te desvelaba después de los combates.
Después llegabas flaco, magullado, cansado,
con partes sin pelo y alguna oreja caída,
pero maullando feliz pidiendo
tu pescado o lo que hubiera,
porque comías para vivir,
reponerte y seguir de correrías.
Y así pasaba el tiempo.
Muchas veces te perdías algunos días,
pero siempre volvías
para darte alguna hartada, bañarte a tu manera,
saludarme a mí, tu amigo,
descansar y continuar.
Y un día demoraste más que siempre.
Demasiado demoraste, y, sin embargo,
bajaste malherido por el techo.
Cojeabas y tosías.
La vida se te iba por quién sabe qué trastazo, (golpiza)
y nada se pudo hacer.
Los médicos de ustedes no entienden del cariño,
y sólo un suero, y gracias,
logró tu valentía.
Recuerdo, Gato mío,
que a sólo unos minutos del último suspiro,
otro gato llegó olisqueándote la muerte,
y tu garra irredenta, moribunda y terrible,
levaste contra el otro para morir en guerra,
en paz con tu estatura de animal no vencido.
Gato, Gato mío,
¿en qué azotea mortal libraste tu último duelo?
Gato de fuego,
guarda mi más caro amor
en tu regazo de muerto.
Vicente Feliú, (calle)Neptuno, 1978.
Yo no tengo gato, mas una vez tuve uno hermoso que fue conocido en todo el barrio y como todos los gatos, era lindo, independiente, cazador y enamorado.
Le llamaba Gaspacho, no se como me hice de el o como llego, pero recuerdo que se deshizo de mi, me mude como a 5 cuadras de donde vivia, y por su puesto "me lleve hasta el gato", pero el volvia a la casa anterior y por mas que lo intente varias veces le gustaba mas el lugar donde crecio que el nuevo, creo que rumiaba aquello de "yo me muero como vivi", los nuevos habitantes de mi antigua casita le adoptaron, o al revez, y asi se deshizo de mi.
Pero mas que mi historia que me trae muy buenos recuerdos, queria hacer justicia para el Gato.
Una persona puede tener un perro y escogerle, mimarle, entrenarle y hacerse su dueno, mas el Gato, posee a las personas, se hace amo y senor, no se deja dominar, es orgullozo, ama a quien le quiere, solo a quien le quiere, como yo, si no le quieres, ni te mira o se larga y punto, sabe que siempre encontrara a alguien que le quiera y un lugar para rumiar.
El gato te amaestra, es libre, no se deja poseer enteramente, solo un poquitin, decide lo que hace y cuando y por donde entra o sale, es austero, valiente y te posee, te domina, te doblega.
"Y ¿quién no quisiera ser gato, a veces? Volar entre tejado y tejado, bajo la luna, entre amores nocturnos..." dice Adriana de Hermosillo, Mexico, amiga del hogar de Segunda Cita, y es cierto, de azotea a azotea, fiel a su gata encantada, rumiandole su canto, de combate en combate, luchar por una noche hermosa en amantes seductores brazos, o patas.
Oda al Gato:
Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.
El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.
No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.
Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.
Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.
Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.
Oda al Gato es un poema de Pablo Neruda de su obra Navegaciones y regresos, que fue publicado por el editorial Losado en Buenos Aires, Argentina en el 1959.
"Oda al gato" se ha traducido y popularizado en varios idiomas y se ha incorporado en festivales musicales de jazz. El poema también fue parte del proyecto “Poesía en Movimiento” en la ciudad de Nueva York dónde trenes y buses de la corporación de transporte llevaban versos en espacios normalmente reservados para avisos comerciales.
"Oda al gato" se ha traducido y popularizado en varios idiomas y se ha incorporado en festivales musicales de jazz. El poema también fue parte del proyecto “Poesía en Movimiento” en la ciudad de Nueva York dónde trenes y buses de la corporación de transporte llevaban versos en espacios normalmente reservados para avisos comerciales.
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