31 October 2016

Del canto del mar, Salvador Pliego






I
Ya no hay gaviotas, poetas.
Se fueron al mar.
Se fueron silbando, tejiendo un ajuar
de nidos, agobios, nostalgias y pan;
ni quien las alcance o vuelva a escuchar.

Dejaron ristras y estelas,
bordaron de cera las crestas del mar.
Transmigraron sus plumas
y legaron un pedazo de cauda
por si el sur las quería alcanzar.

Ya no hay más gaviotas,
ni quien las vuelva a besar.
Con sus crinolinas largas,
con sus delantales cromados,
iban tejiendo para recordar.

Ya no hay más cantores en el canto del mar.
Quedan abedules, los cauces, las rocas,
la ausencia… y la misma sal.
Quedan unos versos
y unos ojos de arena, rasgados,
por si una de ellas quedóse detrás.

II

¿Qué voy a cantar?
Quedan encinos y albatros, y una estrella vagando,
destemplando el mar.
Y si no pudiera, ¿qué voy a cantar?

Ahí va esa niña con su cabellera
y una letra en su diadema nueva,
blanca y bella como el talismán que lleva.
La recuerdo cuando yo iba a la escuela
y ella parecía la arena disuelta.
Si ella me viera, ¿qué le iré a cantar a su cabellera?
¿Qué le iré a cantar?… Ahora tan grande y risueña,
con su cabellera negra, tan negra y tan linda,
que si a mí me oyera lo que le dijera…


Por ese camino donde paso a veces,
y a veces se extrañan porque en su vereda
dejo un verso para que me oyera,
¿que le iré a cantar?…
Decía mi abuela que al paso corto
una esperanza, para que una posada
abra la puerta y en ella busque
absuelta la gracia, la noche en la hamaca,
y la luz bajando del alba.
Mas, por ese camino donde paso a veces
y a veces le dejo una letra llana,
tan plana y reseca que parece piedra,
tan dura y siniestra que no encuentra guarda,
¿qué le iré a cantar si mi pluma le viera?,
¿qué le iré a cantar para que alguien le vea?

Pero, ahí va esa niña con su cabellera,
tan linda, tan linda y risueña,
que parece la arena soplando en mareas
y lleva una diadema que sus rizos sujeta.
¿Qué le iré a cantar para que me vea?…
¿Y al cantarle un verso hará como si me oyera?
Aunque a veces no haya vereda,
ni posada, ni piedra,
ni casona vieja donde mi huella esparciera,
mucho menos canto que de mí saliera
o un verso que la flor oliera,
ahí va esa niña, esa niña linda,
tan linda y hermosa, con su cabellera negra.

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JOSE MARTI:

"A servir modestamente a los hombres me preparo; a andar, con el libro al hombro, por los caminos de la vida nueva; a auxiliar, como soldado humilde, todo brioso y honrado propósito: y a morir de la mano de la libertad, pobre y fieramente."

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