Dizzy Gillispie
Para Cortázar, aun con matices, esta palabra es sinónima de Jazz. El género, “una música de pasaje, una perspectiva novedosa hacia todo lo que no nos atrevemos a ser”, había marcado al autor desde tiempos inmemoriales, convirtiéndose, junto al boxeo y el tabaco, en su único vicio extra-literario. Lo verdaderamente fascinante del género resulta ser la improvisación, la amplitud o inexistencia de los márgenes, la posibilidad de innovar y divagar en mitad de la catarsis musical. El jazzman es un buscador, un perseguidor de nuevas puertas con un toque de genialidad y escepticismo.
En su relato “El perseguidor”, publicado en Las armas secretas, el escritor argentino ya había realizado una ofrenda fascinada a Charlie Parker, síntesis literaria del “tocador” de jazz, del escapista musical de carácter incontenible y genialidad innegable. El homenaje culmina con la mención continuada de los grandes nombres del estilo en el “collage” de Rayuela. Así, no son de extrañar las menciones a Dizzie Gillispie, Duke Ellington, Bill Johnson o Bessie Smith. El “club de la serpiente”, ese extraño cónclave de intelectuales ociosos que conforman los personajes del “lado de allá”, acabarán reunidos con una misma música sonando en el tocadiscos: el insondable jazz, desde su mismo origen hasta los sones nuevos del “be-bop”.
Para Cortázar, aun con matices, esta palabra es sinónima de Jazz. El género, “una música de pasaje, una perspectiva novedosa hacia todo lo que no nos atrevemos a ser”, había marcado al autor desde tiempos inmemoriales, convirtiéndose, junto al boxeo y el tabaco, en su único vicio extra-literario. Lo verdaderamente fascinante del género resulta ser la improvisación, la amplitud o inexistencia de los márgenes, la posibilidad de innovar y divagar en mitad de la catarsis musical. El jazzman es un buscador, un perseguidor de nuevas puertas con un toque de genialidad y escepticismo.
En su relato “El perseguidor”, publicado en Las armas secretas, el escritor argentino ya había realizado una ofrenda fascinada a Charlie Parker, síntesis literaria del “tocador” de jazz, del escapista musical de carácter incontenible y genialidad innegable. El homenaje culmina con la mención continuada de los grandes nombres del estilo en el “collage” de Rayuela. Así, no son de extrañar las menciones a Dizzie Gillispie, Duke Ellington, Bill Johnson o Bessie Smith. El “club de la serpiente”, ese extraño cónclave de intelectuales ociosos que conforman los personajes del “lado de allá”, acabarán reunidos con una misma música sonando en el tocadiscos: el insondable jazz, desde su mismo origen hasta los sones nuevos del “be-bop”.
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