No fue cobarde, escojio su vida y su muerte, vivio y murio valientemente como quiso y enfrentando innumerables conflitos con la sociedad y la vida, su cuerpo muere a los 46 años, su alma vive en el mar, en ese mar que amo toda su vida al que le dedico numerosas poesias o se referia a el en otras, frente al mar lei sus poesias y soñe, y le escuche hablandome de amor y desamor, de angustias, y dolores, de lo efimera que es la vida y de mi.Asi muere Alfonsina, esta apasionada mujer,romantica y soñadora, enamorada del mar, que supo descibir su muerte tiempo antes de que sucediera y aun hace poesia cuando le leemos y conocemos los secretos de su vida.
Quisiera esta tarde divina de octubrepasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar…
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar
Este es su poema titulado Dolor, que estremece al anunciar la muerte de la Storni: el 28 de octubre de 1938 encontraron su cadáver en la playa de la Perla, en Mar del Plata. La mujer que tantos versos escribió sobre el mar y la muerte murió como en sus poemas.

La poeta Marilina Rebora le dedica este poema
Entre un romper de olas descubro el monumento
de la que fue poeta y ante todo mujer.
La luz va declinando en apagarse lento
y ya en el horizonte muere el atardecer.
Como dulce canción me llegan con el viento
las palabras de otrora, recuerdos del ayer,
y todo cobra vida, mágico, en un momento,
igual que si de nuevo hoy la volviera a ver.
Me encuentro allá en la infancia junto a ella sentada,
personaje irreal para mi ingenuo asombro,
que apenas a nombrarla me resuelvo: «¡Alfonsina!»
A mi débil susurro responde embelesada,
acercando amorosa mi cabeza a su hombro:
«¡Y tú eres Marilina y serás Marilina!»
por Graciela
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